Para el comienzo del viaje

viernes, 29 de julio de 2011

Día 19 (27 de julio, Kathmandu)

Otro día más, nos despertamos con el horario nepalí y no nos volvemos a dormir. Esto de despertarse a las 6 y estar despierto hasta las 11 de la noche es horrible y agotador, hay que desacostumbrarse cuanto antes.

Desayunamos muy pronto y para las 8 de la mañana ya estamos camino al Monkey Temple. Nos dicen que está cerca, pero tardamos un buen rato en llegar y nos pegamos la primera sudada del día.

El templo se encuentra en lo alto (muy alto) de una colina y para llegar ahí, tenemos que subir unas cuantas escaleras. Al llegar, un poli nos ve cara de guiris y nos pide 200 rupias a cada uno. Debemos ser los más pringados de la zona, ya que ahí nadie paga, sólo nosotros. Entre la sudada que llevamos y las pocas ganas que tenemos de pagar, nos sentamos al lado del poli a meterle presión, a ver si nos hace una pequeña rebaja. El tío se hace el duro primero, pero después de regatearle un poco, le decimos que somos estudiantes y cede, cobrándonos 150 a cada.



El templo tiene su encanto, aunque hay muchas obras y el mal día tampoco acompaña. Lo gracioso es que ahí hay una mezcla bastante rara: hay monos paseando, muchísimas palomas, guiris como nosotros, budistas y nepalíes.

Sacamos alguna foto y en 20 minutos estamos abajo cogiendo un taxi con dirección a la Durbar Square, en Patan. Patan es, digamos, un barrio al sur de Kathmandu. La plaza es la típica nepalí, con templos y jardines muy bonitos. Es una pena que esté jarreando y el tiempo no nos deje disfrutar.





Cogemos otro taxi para volver al hotel, que estamos calados. Dejamos las cosas y comemos un chowmein (pasta con verduras, comida típica china) en un agradable bar cerca del hotel. Estamos alucinando con los precios: dos platos, una botella de agua, una coca-cola y tostadas para acompañar la comida nos salen por 1,95 euros.

Descansamos un poco y por la tarde seguimos con las compras, que tiene que haber regalos para todos. Pero antes de terminar nos tomamos otro donuts gigante con café en la cafetería del día anterior.

Ya por la noche cenamos en el hotel otra vez y al pagar, como siempre, nadie tiene cambios. Lo de los cambios, tanto en la India como en Nepal, es más que curioso: nadie tiene cambios. Hemos llegado a la concluión de que debe haber una persona que tiene todos los cambios. Solo así se puede explicar que un taxista no tenga cambios para 500 rupias (5 euros), o que en un restaurante te dejen a deber porque no tienen cambios o simplemente tarden 15 minutos en traértelos. Ya nos vamos acostumbrando, pero al final terminamos diciendo: sólo tengo este billete, o me das cambios o no te pago.

En fin, después de este paréntesis sobre los cambios, la noche no da para más. En general, las noches tanto en India como en Nepal no dan para más. Echamos de menos ese ambiente nocturno que se vive en Donosti, sobre todo en agosto.

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