Para el comienzo del viaje

miércoles, 20 de julio de 2011

Día 11 (19 de julio, Varanasi-Delhi 2)

Este día se puede dividir en dos cachos: la mañana y la tarde, o lo que es lo mismo, todo fatal y todo bien.

Por la mañana madrugamos para no llegar tarde al aeropuerto, que al fin tenemos nuestro vuelo a Nepal (a las  12.30 del mediodía). Desayunamos con nuestro amigo el camarero (sí, mi gran amigo, el gordito con gafas y bigote que no me quiso dar una miserable tostada), y nos vamos a la habitación a preparar las maletas.

Todo va según lo previsto: bonito día soleado, Gurru y yo nos encontramos mucho mejor y tenemos vuelo en un par de horas. Nuestro buen día se trunca de golpe cuando nos cruzamos con Hans Topo (una mezcla de Hans Topo de los simpsons y Andrés Montes) en la recepción del hotel. El muy canalla nos quiere cobrar la segunda noche y una botella de agua mineral (que se pagó al momento).



Ya pagamos las dos noches a nuestro queridísimo amigo Shafi y, hartos de tanto timo, le decimos que nos vamos a ir y que si quiere algo, que llame a la agencia. Hace una llamada al instante y en 10 minutos viene un chico de la agencia. Cuando se saca el tema del dinero pierden el culo, aunque sea cosa de un euro. En cuanto este dice que no tenemos que pagar nada, nos vamos pitando hacia el taxi, con dirección al aeropuerto de Varanasi.

Llegamos en media hora y, nada más llegar, nos la olemos al ver que el vuelo con destino Kathmandu no aparece en las pantallas.

Tengo que hacer un paréntesis en este momento para explicar cómo funciona el aeropuerto de Benares:

-Para entrar se necesita un billete de vuelo, si no, fuera. No hay despedida posible.
-Al entrar hay que pasar un detector de metales que, si pita, da igual. Además, al entrar nosotros podemos pasar bordeando el detector.
-Hay unas escaleras para bajar del restaurante, que dan a la calle. Si a uno se le olvida el billete en el restaurante (como me paso a mí), adiós, ponte a explicar esto a los polis.
-Para salir del restaurante a veces hace falta el billete también, incluso para coger el ascensor.

En esta situación, nos encontramos con que los de Air India nos envían a su despacho diciendo "no problem". Sabemos que no hay vuelo, pero no problem.

Entramos en la oficina y nos sentamos en el sofá. Nos explican la situación y nos ofrecen hacer noche en Delhi para volar el día 20 a Nepal. Aceptamos pero, como buenos negociadores-regateadores, nuestra última oferta es cambiar el vuelo incluyendo hotel en Delhi con transportes.

Nos dicen que bien y en poco tiempo, mientras preparan nuestros papeles, nos hacemos dueños del despacho. Nos sacamos unas cuantas fotos en modo automático, ojeamos varios ficheros, revisamos nuestro correo electrónico en el ordenador y empezamos a hablar con los empleados.



En ese momento llega el jefe y le dice a un operario que, por favor, nos saque de ahí. Nos envían al restaurante (del que sólo se puede salir con billete) y nos invitan a un café. Nos quedamos ahí un buen rato y les pedimos que nos saquen la comida también, con cargo a Air India. En 20 minutos tenemos una hamburguesa en la mesa.

Sobre las dos nos vamos a nuestra oficina de Air India, a ver qué comentan. Les pillamos comiendo y decidimos hacer primero el check in.

En ese instante sufrimos en nuestra propia piel, una vez más, la ineficiencia de los hindúes: hay 6 personas en la mesa, uno trabaja, otro habla por teléfono y los otros supervisan. Entonces aparece un hombre clave en este día: una especie de justiciero del pueblo. Un tío del ministerio de Turismo, que reprende al personal, léase en acento hindi: "estamos esperando aquí como idiotas, que nadie quiere trabajar y no hacen nada. Esto es lo que pasa con las agencias del gobierno". Claro que sí, un tío con un par que dice lo que hay. Eso si, ahí todo sigue igual.

Hacemos el check in y nos vamos otra vez a la oficina de Air India. Pasamos sin preguntar y le exigimos un café al jefe. Nos pregunta si con leche o sin leche y al salir, le paramos para robarle una tostada de la bandeja que se lleva. Nos sentamos en el sofá y con café y tostada en mano, vuelta a las duras negociaciones. Ahí nadie trabaja y les pedimos, por favor, a ver si podemos llegar a coger su vuelo.

Salimos a por otro café con un operario con billetes de avión, hotel cinco estrellas en Delhi, con desayuno y cena, y transportes.

El vuelo sale según lo previsto y a partir de aquí se podría decir que viene la parte positiva del día.

Al llegar a Delhi, Borja y yo cambiamos los vuelos de vuelta desde Kathmandu y solo nos cuesta 15 euros! Por ahora la cosa va bien.

Nos llevan en taxi al hotel y el hotel es bastante bueno, con wifi, habitaciones individuales al nivel europeo, buffet, etc. Pero sopresa: en el hall nos encontramos con unos 300 afganos gritando. Parece ser que el hotel acogía una convención de afganos. Lo que nos faltaba.

Nos vamos cada uno a su habitación y al fin nos damos un baño de agua caliente, que ya nos lo mereciamos.

Cenamos en buffet hindi bastante asqueroso y nos vamos pronto a la cama, que al día siguiente parece ser que sí, nos vamos a Nepal en el vuelo de las 7.30 de la mañana.

Ahí se acaba un día más, repleto de sorpresas. Uno se levanta en India y sabe cómo va a empezar, pero nunca cómo lo va a terminar.

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